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La contraria

Tuneao e irracional

Hola, so bestia:

A pesar de los dos puntos y aparte, esto no es una carta. No te mereces que me dirija a ti de una forma tan personal como ésa. Esto que ves es una idea que quiero compartir con los demás. Es más: ni siquiera creo que te pares a leerla. Para la lectura hace falta una catadura intelectual de la que dudo de que dispongas. Y es que sé que lo último que has leído son las instrucciones de uno de esos juegos de coches en los que se trata de correr más que nadie. Y lo último que has aprendido, el código de circulación, olvidado apenas aprobaste el examen.

Y he ahí el problema: que sólo lees las instrucciones para correr, en la pleiesteishon, en unos juegos en los que, para ganar, hay que adelantar a todo Dios. Y los confundes con la realidad en cuanto te pones al volante -palabra que nada tiene que ver con volar, a pesar de lo que crees- de tu coche tope tuneao, coligui, como mola.

Fíjate que aún no te he llamado por tu nombre, y el motivo es que tienes muchos: Pedro, Juan, María, Hermengardo... También tienes muchas edades y caras. Quieres hacerte pasar por otro, pero sé que eres tú. Saltándote un stop, o adelantando por el arcén en un atasco (qué listo que eres). Eres tú el que pone cara de gilipollas desolado cuando se ha llevado por delante a un peatón, como si el atropello hubiera sido una conjura de los dioses y no un acto de irresponsabilidad suprema y de desprecio por la vida ajena -la tuya me importa un huevo, que lo sepas-.

Me indigna que te permitan montar en cualquier máquina que supere los diez kilómetros por hora, pero es lo que hay, de modo que me toca cpmpartir carretera contigo. Y si la bofetada me la llevo yo, por muy culpa tuya que sea, pues mira: gajes del oficio. Pero, amigo, el caso es que son muchas las personas a las que quiero y que, día tras día, conducen por esas carreteras de España y del Señor. Y como les pase algo por tu culpa, mejor vas a estar muerto y en el infierno.

Vale que con las nuevas leyes y los puntos y toda la pesca te hayas pasado unos meses tranquilito, pero, visto lo visto últimamente, has vuelto a las andadas. No entiendo por qué no te quitan el carné definitivamente o, mejor aún, por qué no buscan la manera de impedirte conducir para siempre. Sé que que suena un poco bestia, pero es que la última pirula ha sido muy gorda y te has ido de rositas. Claro, mientras no te cacen...

El caso es que hacia el final de este escrito, y sin quitarte un pelo de culpa, me dirijo a quienes escriben las leyes, los mismos que llevan chófer o usan transportes en los que, de un modo u otro, están a salvo de ti: señor ministro, presidente o a quien demonios corresponda: es evidente que la idea de los puntos, por buena que sea, es insuficiente. Eviten como sea que ese salvaje vuelva a tocar un volante o un manillar. Hoy son mis amigos, mi familia... Pero mañana pueden ser los suyos. Por favor.

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